Lo peor
de haberte querido –y estoy hablando en pasado–, es que ya no me importa a
quién vaya a querer en el futuro. Creo que mi corazón tiene un problema: parece
que lo hicieron tan sólo para amar a una persona. Debe de ser eso, si no soy
incapaz de entenderlo. Yo recuerdo (ahora que no estás recuerdo casi todo el
tiempo) aquellas vacaciones que tuvimos. Era verano y fuimos al norte, hasta
para elegir los destinos siempre fuimos contra el mundo. Era verano y aquel día
había un montón de nubes. "Qué día más feo", dijiste recién
levantada. Yo jamás lo entendí, y cierto es que tampoco traté de explicártelo,
pero si estaba contigo las condiciones atmosféricas dependían de lo feliz que
estuvieses entonces. Hacía un día feo, pero tú eras feliz: fue algo
maravilloso. Caminamos por un camino de la mano, no había apenas personas que
saliesen a nuestro encuentro. Simplemente caminábamos de la mano y tú le
buscabas formas a las nubes.
"Esa tiene forma de pájaro… mira, esa otra
parece un avión". "Al final –te dije– los días nublados no están tan
mal, cariño". Y llegamos a un sitio donde el camino terminaba, el
Cantábrico se extendía y donde el horizonte era una línea del color de aquel
mar frío. Cuando soplaba el viento tu pelo parecía una manada de las aves más
hermosas que podría imaginar cualquiera. Tus mechones iban de aquí para allá,
luego volvían, descansaban sobre tus hombros. Ahí te quise más si es que acaso
era posible. Es extraña la forma en que guardamos ciertos olores, ligados a
ciertos lugares. Recuerdo el olor de la lluvia acercándose, como si nos
estuviese amenazando el cielo. También he guardado el brillo de tus ojos cuando
cayeron las primeras gotas, y me miraste algo alarmada y de repente me
abrazaste, y allí no había nadie y miré las nubes y todas ellas parecían imitar
la forma de tu boca. Aquella playa es un infierno ahora. Ayer soñé con ella,
por eso quizá te escribo esto. Estaba yo en la playa, asomándome desde el borde
de un acantilado. Parecía un suicida sabiendo que no dejarías que cayese. Y
cada vez me asomaba más, y se hacía más tarde. Y supe que no ibas a venir, y ni
siquiera en ese momento. Ni siquiera pude oler la lluvia.
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