Y todo empieza así, con las cosas en común y
los tonteos para despedirse. En los misterios de las palabras, en lo obscuro de
cada uno. Deberíamos conocer más, saber más pero ya con él “que tierna, yo
pienso lo mismo” está listo. Con él “veré mañana como te escribo” o “me estoy
muriendo de sueño pero me quedo aquí contigo”. El amor es una fase demasiado
compleja y difícil por más sencillo que se vea. Con sólo verle de cerca supe
que era él, esos brillantes ojos cafés, esos lunares que se expanden por su
espalda, esa sonrisa tan traviesa y esa mente tan peligrosa.
Me adentre en su mente, me quede para siempre
allí. Él me pensara así no quiera,
él recordara nuestras conversaciones antes
de dormir. Él se imaginará como sería un futuro conmigo y ahí pecaremos porque
yo haré lo mismo.
Empezaremos a compartir madrugadas y risas,
pensamientos, música y melancolía. Él me pedirá que me quede cada noche y yo no
me querré ir. Él siempre me hablara y yo me acostumbrare y justamente cuando yo
me entregue lo más probable es que él se vaya y me deje sola, como siempre
pasa.
Podría pensar que esta vez será diferente,
podría escribirle miles de versos, podría llorar menos y sonreír más ya que
tengo más experiencia y conozco cada vez más su mente pero soy humana y caeré,
caeré en su corazón cuando él me sonría y me diga “quédate conmigo” cuando
tengamos esas largas conversaciones, cuando me susurre cosas al oído, cuando
pasemos más tiempo juntos. Cuando por fin aceptemos que debemos estar juntos,
espero sepa lo que quiere porque yo ya me estoy cansando de esperar por todo el
mundo.
¿Qué es muy rápido? Quizá, pero las cosas uno
no las decide. Espero enamorarme de él con la misma intensidad que lo hará él
de mí.
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