Hace tiempo que sé que del amor nunca se puede
saber nada del todo. Que es como una ventana desde la que se ve un paisaje que
va más allá de donde nos alcanza la vista. Es sólo una brisa. Sí, eso es. El
amor es una brisa. Una caricia. Una caricia suave, de esas que a veces erizan
la piel, y otras simplemente se olvida. Pero el amor es, a fin de cuentas, un
camino. Un camino que serpentea, baja, sube, se detiene y la vegetación lo
corta, y tienes que desandar, volver, irte. El amor también es una respuesta.
Es un hombro para aquel que llora, y una palmada en la espalda para aquel que,
desesperado, se resigna. Es una inmensidad. No sabría deciros por qué, pero
creo que aquella persona que ama se vuelve infinita. Y se le puede notar en la
mirada, que el amor le besa las heridas. Le cura. Le abraza fuertemente. Y es
tan bonito como cuando nosotros recordamos sonreír aunque estemos solos.
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