. No estoy enamorado, no estoy desilusionado; ni
tengo el corazón roto, porque nunca me tomé la molestia de repararlo si igual
se quebraría. No tengo razones más que absurdas y sin sentido para llorar, pero
lo cierto también es que me falta voluntad para volver a creer. Me siento
indigno de volver a aconsejar, cuando el que necesita ayuda soy yo. Y me faltan
motivos para mirar a otra parte. Qué patético me he vuelto, y qué ironía más
grande es mi vida. Se apagó la esperanza, y el corazón se quedó entumecido,
dispuesto a callar para siempre lo que de verdad siente.
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